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viernes, 29 de julio de 2011

ELLEN´S STARDUST

Nueva York es una ciudad vibrante y original. Un referente de modernidad e inspiración en constante movimiento. La estatua de la libertad, el Central Park, el Empire State son edificios emblemáticos que hay que no hay que dejar de visitar, también es aconsejable dedicar tiempo a hacer compras en el Macy´s, el Twenty First Century ( un outlet completísimo ) o cualquiera de la multitud de tiendas que proliferan en la ciudad. Sin embargo, la visita no sería completa sin acudir a alguno de los múltiples musicales que permanentemente están en la cartelera de Broadway. Pasé por allí hace año y medio y me fue imposible conseguir entradas para el Rey León, el espectáculo más aclamado en ese momento. Me tuve que conformar con ver West Side Story, un clásico imperecedero que nunca decepciona, y un par de días más tarde, y dado lo agradable de la experiencia, Mamma Mia, que con la genial y alegre música de Abba me hizo salir del espectáculo de especial buen humor, después de, al igual que otros muchos espectadores, haberme levantado de mi asiento para cantar y bailar al son de la pegadiza música.
Justo al salir del teatro Winter Garden, donde se representaba, me topé con el Ellen´s Stardust genial restaurante con decoración de los años 50, donde los camareros cantan y bailan ( muy bien, por cierto ) y el cliente cree sentirse parte del elenco de un musical ya que el restaurante parece transformarse por momentos en el escenario de tu propia película, única y genuina. Recomiendo encarecidamente este lugar si alguna vez os pasáis por Nueva York, su descubrimmiento me compensó con creces el pequeño disgusto del primer día, pues como bien dice el dicho es más vale ser cabeza de ratón y pasar a formar parte activa del show, que cola de león, incluso si es el Rey León.

miércoles, 27 de julio de 2011

DA LI



El regreso a Beijing lo haríamos desde el aeropuerto de Da Li, a más de tres horas en autobús de Lijiang. El viaje volvió a hacerseme sumamente pesado, más teniendo en cuenta la orografía de la zona, la precariedad del transporte público en China ( encajonado entre otros dos pasajeros ) y la gran cantidad de conductores bisoños que se aventuran a la ruta, convirtiendo el trayecto en un zigzagueante carruesel de curvas y adelantamientos.
La etnia mayoritaria en Da Li se denomina bai y su centro histórico se encuentra magníficamente conservado. El lugar ha sido tradicionalmente punto de encuentro y reposo de mochileros y soñadores tras sus andanzas por el Tíbet. Alguno se ha instalado en Dali de forma permanente dándole a la ciudad un tenue pero percepetible guiño occidental. Es una perfecta fusión entre los dos mundos mucho más amable que entre Beijing u otras grandes capitales. Aquí las esencias asiáticas prevalecen, el ritmo de vida es más reposado y la arquitectura tradicional se encuentra mucho mejor preservada. Me sorprendió ver una iglesia católica con un estilo arquitectónico completamente oriental, o la populosa calle del extranjero donde, igual que en una pequeña ciudad europea, me pude sentar en una terraza a tomar una pizza, aunque dentro de una atmósfera genuínamente oriental y en la que también había opción de encontrar puestos callejeros en los que braseaban carne. La zona es también famosa por la calidad de su te, de diferentes aromas y variedades, en la casa de un comericante tuve la oportunidad de hacer diferentes catas.
Sin embargo lo que le da auténtico sabor a Da Li es el cercano lago Erhai de unos veinte kilómetros de diámetro y donde se pueden encontrar curiosos templos o pequeños pueblos de exquisita arquitectura bai. Lástima de no haber podido contar con más tiempo para pescar con comorán, actividad muy popular en el lago. Las mejores vistas del lago se obtienen desde la ladera del monte a las afueras de Da Li, lo mejor, según pude comprobar, es usar el teleférico, una vez allí se puede visitar un pequeño templo, unos jardines y unas interesantes y angostas cuevas de estalactitas. A la vuelta es inevitable la visita del templo de las tres pagodas, tres imponentes torres ( una de ellas construidas en el siglo IX ) visibles desde casi toda la zona. Y allí de nuevo regreso al centro de Da Li donde continúe paseando y disfrutando de lo especial del lugar, de lo colorido de sus casas, de las tranquilas rutinas de sus gentes u ocasionalmente de alguna reliquia de la temprana presencia europea del lugar.

jueves, 21 de julio de 2011

LIJIANG

A más de dos mil metros de altura, en la zona conocida como el preTibet, donde el escritor James Milton ubicó en legendario pueblo de Shangri la, se encuentra Lijiang, antigua ciudad de canales, puentes y extraordinaria belleza, capital de la minoría conocida como Nakxi, un pueblo de tradiciones matriarcales orgulloso de conservar su propio idioma, cultura y escritura pictográfica conocida como Dongba.
Llegar a este lugar es tocar el paraíso con los dedos, dejarse seducir por un paisaje excepcional, experimentar una indescriptible sensación de calma y bienestar. Pasear por Lijiang es hacerlo entre edificios centenarios construidos con madera y rodeados de canales de agua pura venida directamente del Himalaya. De madera era el hotel donde me alojé o los restaurantes donde solía comer usando ineludiblemente los palos.


El pueblo Nakxi es abierto, alegre y disfruta tarareando viejas melodías o retándose a improvisar cánticos, aparentemente por su gestualidad, cada cual más ingenioso. Los fines de semana también saben disfrutar en cervecerías (¡Que buena la cerveza Dali!), animándome a cantar con ellos, aunque fuera tímidamente y en inglés.


Pero lo que realmente hace único a Lijiang es su comunión con el entorno y con la Montaña del Dragón de Jade, con sus nieves perpetuas reinando sobre tanta hermosura. Para conocer las sendas y los mágicos parajes que rodean Lijiang, lo más aconsejable es utilizar el caballo. Se pueden recorrer los escondidos pueblos de la zona o el húmedo altiplano en el entorno del lago. En ese punto te animarán a coger una barca y ya en el interior del lago alguien vendrá a tratar de venderte comida desde otra embarcación, comer pescado en medio del lago es una auténtica delicia.
Pero impregnado de nuevas sensaciones y ya familiarizado con los caballos querrás ponerte nuevos retos, llegar hasta horizontes aún más lejanos y al día siguiente tal vez te encuentres, igual que yo, ascendiendo por el llamado paso de Shagri la, acompañado por Jing y dos lugareñas, y provistos de oxígeno y ropa de abrigo, con el objetivo de llegar hasta una altura de más de 4000 salvando un desnivel de más de 2000 metros en unas pocas horas. Estrechísimas sendas, tremendos desfiladeros, vegetación de montaña, flores salvajes e imponentes valles y montañas a nuestro alrededor. Mi cuerpo volvió a bajar al valle pero mi espíritu aún seguía en el paso de Sangri la.