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miércoles, 15 de noviembre de 2017

EL TRINEO DE NUESTRA INFANCIA



Tras otra agotadora jornada, prisioneros del mundo y sus reglas, desvalidos, incomprendidos quizá, el millonario Charles Foster Kane, el vagabundo de Chaplin y todos nosotros nos tumbamos en la oscura penumbra de una habitación y tras bucear en las profundas aguas de nuestra memoria caemos en la cuenta de que nuestro único verdadero y singular patrimonio son nuestros recuerdos. Ellos nos proporcionan la sabiduría y la dicha pero también el amargo pero adictivo regusto de la nostalgia.
Pensamos en el pasado y una y otra vez reconstruimos nuestras vidas, dándo a los acontecimientos nuevos matices y perspectivas según el giro de nuestras vivencias posteriores, nuestro estado de ánimo o el ángulo que utilicemos para enfocar nuestra mirada. Producimos así infinitas películas con nuevas acotaciones u originales montajes con finales tristes o alegres, según donde pongamos el punto final del cuento ¿ Es posible que Butch Cassidy y The Sundance Kid sobrevivan al último fotograma? o el énfasis de la historia ¿ Somos el Dr Jekyll o Mr Hyde ?.
Nuestra vida, cualquier existencia, puede ser una comedia coral o un drama griego, introspectiva o de acción, relatada por un narrador omniscente en forma de voz en off o contada en primera persona.
La vida que recordamos no es más que una sucesión de acontecimientos que seleccionamos de forma aleatoria, casi nunca en orden cronológico, que valoramos como queremos y recreamos a nuestro antojo. Nuestro mundo interior es, en realidad, el producto de nuestra fantasía, donde, igual que el Sr. Kane, todos guardamos celosamente nuestro particular Rosebud.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

EL INFLUJO DEL ALEPH

El Aleph es Borges en estado puro, un relato turbador e hipnótico que me conmovió desde la primera vez que lo leí en la biblioteca del instituto. Nos habla de un punto desde el que se vislumbra el Universo entero, donde tiempo y espacio se funden, donde el mundo se detiene para nosotros y todas las incertidumbres se tornan certezas. El maestro lo había descubierto en el sótano de una vivienda por desgracia ya demolida.
¿ Pero podríamos topar en vida con algún otro lugar semejante ?
Aún obsesionado por la idea, mi melancolía y desasosiego me impulsaron a la búsqueda de un lugar físico o estado mental como el descrito por el viejo escritor argentino.Durante años lo busqué con desesperación, investigué en libros y enciclopedias, me perdí entre melodías, poemas y novelas, medité algunas veces y otras quedé en trance, trabajé con el consciente y el subconsciente, viajé hasta los confines del mundo, pero ni siquiera llegué a atisbar la ansiada meta.
Desesperado pensé que el Aleph no era más que la fabulación de un cuentista ciego y fue entonces cuando la vi. Nuestras miradas se cruzaron y sufrí una revelación.
El universo entero se convirtió en un tiovivo que daba vueltas a nuestros pies, el sosiego era sobrecogedor, una felicidad interior me invadía de dentro a fuera, mi cuerpo era luminoso y etéreo y quería fundirse con el de ella, sus delicadas pupilas brillaban y eran mi guía, la luz al final del túnel, el bien absoluto, la paz, la plenitud y la belleza.
Mi alma estaba en conexión con el infinito y se deleitaba con la simetría de su música hasta que de repente tuve miedo a Cupido y a sus dardos y todo cayó como un castillo de naipes. Desde entonces aún soy más desafortunado pues lo tuve todo a mi alcance y lo dejé escapar. Me embriagué con todo su ser, gocé su profundo aroma, escuché su angelical timbre, sentí la plenitud y la felicidad absoluta pero luego todo desapareció, un profundo dolor se adueño de mi y sufrí en mis carnes el desgarro de la desdicha, las sombras y la tristeza.Aún hoy, perdido y desamparado, pienso si el Universo volverá a confabular conmigo para encontrar de nuevo el Aleph.