En el occidente asturiano encontramos el pequeño y remoto concejo de Villayón de fisonomía montañosa aflorando también diversos valles en varias direcciones conformados por los afluentes y subafluentes del Navia.
Perdido en las montañas se encuentra el pueblecito de Oneta, que es la via de acceso a unas fabulosas y poco conocidas cascadas
Desde Oneta, la ruta transcurre al principio entre prados y tierras de cultivo. Enseguida el camino se estrecha e inicia un empinado descenso que conduce a la cascada de la Firbia
La travesía que lleva a las cascadas no tiene pérdida, además es una ruta especialmente sugerente que en primer lugar nos conduce a hacia la cabecera del barranco
Algunos, como el del Diablu, tienen gran profundidad y peligrosos remolinos en su interior. De pronto, la corriente se precipita verticalmente por una altura entorno a los quince metros, formando una cascada de espectacular belleza.
Se trata de la cascada de la Firbia El sonido constante, de gran potencia acústica, viene acompañado de un efecto eólico que impresiona, ráfagas continuadas de aire que son el resultado invisible de esta gran caída de agua barranco abajo.
Aunque la cascada más accesible y visitada es la de Firbia,por debajo de ésta existen otras dos de menor altura aunque no menos bellas: la Ulloa y la Maseirua. En el entorno inmediato de éstas la vegetación sigue siendo exhuberante, con una frondosa cubierta de fresnos y alisos
Con esas impresionantes imágenes en la retina emprendimos el camino de vuelta, entre valles y montañas siempre verdes.
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