Lo bueno de los viajes intercontinentales es que uno tiene mucho tiempo
para ver películas, e incluso descubrir algunas en las que no repararía
en otras circunstancias. Ese ha sido el caso de Ex Machina, todo un
hallazgo. Dirigida por Alex Garland nos lleva al mundo de la
inteligencia artificial para realizar un introspectivo anális sobre lo
que representa la naturaleza humana, las pasiones, el fingimiento, la
libertad de elección y el egoismo darwiniano en pos de nuestros intereses,
ese gen curioso y egoista que, junto con el sentido del humor, quizá
sea lo más característico de nuestra especie. Una propuesta interesante,
un guión cuidado, tres personajes principales y un desarrollo de los
acontecimientos con intriga y sorpresas y ya tenemos una película
redonda que nos hará reflexionar de un modo parecido al que lo hacía La
Isla del Doctor Moreau, clásico con el que tiene alguna semejanza. Eso
es el auténtico cine y no la pirotecnia, ni los efectos especiales sin
ningún sentido ni anclaje argumental que tanto imperan en el cine actual
y que alejan a los auténticos cinéfilos de las salas.
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