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sábado, 2 de febrero de 2019

DUBROVNIK



Dubrovnik, la perla del Adriático, antiguamente conocida como Ragusa, es la ciudad más famosa de Croacia. Rodeada por unas descomunales murallas medievales, con un extenso macizo protegiéndola al norte y el Adriático al sur, la ciudad era un auténtico bastión inexpugnable.


Dentro de sus poderosas murallas se palpa el poso de una historia de más de mil años que la ha adornado con palacios, cúpulas, conventos y callejas con mucho sabor que, tras una minuciosa restauración después de la guerra de los Balcanes, vuelven a lucir en todo su esplendor.


Para paladear como se merece la estampa de la ciudad medieval entretejida de piedra, hay que observarla desde todos los angulos posibles, los muros que protegen el acceso al mar ofrecen una panorámica perfecta


Su fundación se remonta al siglo VII, creció bajo la protección del Imperio Bizantino y después de los venecianos pero su Edad Dorada, en la que se engalanó de palacios y elegantes edificios civiles, se desarrolló durante el XV y XVI. Fue entonces cuando la república de Dubrovnik se hizo especialmente próspera gracias a su flota comercial, y cuando este estado fue independiente.
Todo el poso de su historia queda encerrado por su muralla, construida entre los siglos XIII y XVI, de casi dos kilómetros y con hasta 25 metros de altura y 6 de grosor, guarnecida con fuertes, bastiones y torreones que, si antaño defendían la ciudad, hoy atrae hacia ella como un imán a los visitantes. La via de acceso principal a la ciudad es la puerta Pile, la puerta aún mantiene el puente levadizo que se cerraba por las noches y en caso de ataque exterior.


Encajadas entre el mar, las colinas y la muralla, muchas de las calles periféricas de Dubrovnik son estrechas y escalonadas.


La ciudad es un cogollo compacto y uniforme de patios y estrechas callejuelas que casi inevitablemente van a dar al Stradun, la calle principal enlucida de mármol que secciona en dos el casco antiguo.


La Puerta de Ploča, en el lado este de las murallas exteriores, es la segunda mayor entrada de la ciudad.


Otro lugar pintoresco es el Mercado, una gran cantidad de comercios originales se arremolinan en esta plaza, no dedicados exclusivamente a los turistas.


El esfuerzo de subir escaleras suele ser compensado con una excelentes panorámicas de la ciudad desde los ángulos más diversos


En estas escondidas terrazas con vistas al Adriático se tienen las vistas más hermosas de todo Dubrovnic. Un sitio ideal para hacer un alto en el camino tomando una cerveza local y contemplar la isla Lokrum.


En la pequeña superfice de la desahabitada isla de Lokrum encontramos cipreses, pinares y flora exótica además de un lago salado. Llamar playas a estas zonas para nadar quizá es decir mucho, no hay arena, hay muchas rocas y sólo alguna escalera para acceder al agua, eso sí esta es clara y en contraste con la frondosa vegetación dibuja un marco idílico.


El casco antiguo de Dubrovnik conocido como Stari Grad, es una sucesión de callejuelas, rincones con encanto y escaleras y más escaleras que proliferan por doquier. Las del fondo de la fotografía por su forma semicircular y su tamaño me parecieron especialmente curiosas.


Deambular por el centro de Dubrovnik, una ciudad sin coches, ni estridencias, es verse atrapado por su arquitectura de época y sentir que uno viaja en el tiempo.


Alrededor de 120 cañones protegían la libertad y la seguridad de una sociedad civilizada y sofisticada república que floreció en paz y prosperidad durante cinco siglos.


Además de las murallas y los cañones, los habitantes de la antigua Ragusa, siempre cautelosos a la primera señal de peligro, utilizaban para cerrar la bocana del puerto, pesadas cadenas que se extendían entre el Fuerte y el embarcadero.


Los monjes dominicos pasean por el claustro gótico del monasterio, un remanso de paz en el ajetreado centro de la ciudad.


El puerto viejo de Dubrovnik fue la fuente de riqueza de esta pequeña ciudad que competía con Venecia por el control comercial del Mediterráneo.


Si se visita al última hora del día, cuando el sol está a punto de caer se podrá contemplar un bonito atardecer.


Aún hoy en día sigue lleno de actividad con los pequeños barcos que amarran en él. Sin embargo los grandes cruceros y yates han de atracar en el puerto nuevo de la ciudad ubicado a unos tres kilómetros y medio de este punto.


El palacio del rector, en la parte izquierda de la foto, fue residencia del rector de la República de Dubrovnik.
Data del siglo XV, pero fue objeto de varias reconstrucciones. Tiene una hermosa galería con soportales y capiteles esculpidos que adornan bellamente la misma. El patio interno del Palacio del Rector mezcla todos los estilos y exhibe una bonita arcada Renacentista en tres de sus lados y en el cuarto lado esta una gran escalera que va hasta la galería.


Anochecía en el Stradum, pero la calle principal de la ciudad continuaba repleta de vida y actividad.


La gastronomía es otro de los puntos fuertes de la zona, el pescado fresco y los mariscos son abundantes y aún se pueden encontrar por un precio asequible. El restaurante en el que estaba comiendo se llama Marco Polo a los que muchos atribuyen un origen ragusiano. Una magnifica cena en la que di buena cuenta de unas almejas de primero y cuatro primorosas cigalas de segundo, todo aderezado con un espléndido vino blanco.


La torre del reloj es otro emblema de la ciudad de Dubrovnik. Se ve desde que se entra en las murallas de la ciudad vieja, al fondo de la calle principal. La campana la construyó Ivan Krstitelj en 1506, y ahí continua, a pesar de guerras, terremotos y bombardeos, sonando cada hora con una precisión increíble.


Esta fotografía está tomada desde la terraza de mi habitación en el hotel Petka donde me alojaba, la vista es del puerto nuevo, en otra bahía distinta a la del casco histórico pero con multitud de bares, comercios y gran actividad por los muchos cruceros que atracan en esta zona.