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miércoles, 24 de marzo de 2021

LA NARIZ DE CHARLES DARWIN

El libro que propongo en esta ocasión se titula La Nariz de Charles Darwin, un ensayo de divulgación de gran claridad expositiva, sencillez y rigor, que se puede leer poco a poco (porque consta de capítulos no conectados e independientes) o todo de un tirón.
En 36 pequeñas historias de fácil lectura pero gran calado nos va presentando algunos de los temas (anorexia, autismo, enfermedad de las vacas locas, la polio) y debates más sugestivos (estados de conciencia mínima, el germen del altruismo) que plantea la neurociencia actual, lo que lo convierte en un libro muy adecuado para los que no han tenido aún contacto con el tema.
El modo en el que el autor bucea en las historias, algunas tan clásicas como el caso de Phineas Gage, entrelazando ideas de diferentes campos y personajes de distintas épocas, de Descartes a Leonardo pasando por Freud o Mary Shelley hace del libro un bocado auténticamente delicioso que, como ya comenté, se puede ir degustando en pequeñas porciones. El texto rezuma vida y pasión y ya se nos hable de conciencia, de los zombis o de la supuesta anorexia de la muñeca Barbie, de cómo aumentar la memoria o trucos para para mejorar nuestra comunicación con los otros, el autor trata siempre de huir del pedestal, aportar puntos de vista de distintos campos del conocimiento con el objetivo de acercar lo más posible la neurociencia a nuestra realidad cotidiana.
Además al estar escrito por José Ramón Alonso, un autor español, desgraciadamente algo no tan común cuando se trata de divulgación científica, desliza numerosas anécdotas que lo conectan con personajes más próximos a nuestro país desde Negrín a Dalí o la selección española de fútbol con lo que su lectura acaba por convertirse no sólo en un gran aprendizaje sobre cómo funciona nuestro cerebro, sino también, y sobre todo, en un auténtico disfrute.

martes, 23 de marzo de 2021

LA LAND

La película La Land, de exquisita ejecución técnica es todo un homenaje al cine clásico de Hollywood, a los grandes musicales y a la ciudad de Los Angeles, que pocas veces aparece tan bien retratada como en esta película.
Pero lo que se nos plantea es mucho más que un simple ejercicio formal. La escena final de la película propone aquella vida que pude ser y no fue… si editásemos sólo unos pequeños detalles (aquella sonrisa que no dimas, o esas palabras mágicas que no acertamos a pronunciar o esa cita a la que no llegamos a tiempo) tendríamos la vida que no pudimos, no quisimos o no nos atrevimos a vivir.
¿Peor, mejor? Sin duda distinta. Cada uno escoge su camino, muchas veces ese purgatorio a medio camino entre el cielo al que aspirábamos y ese mundo que ya dejamos tan atrás que no admite retorno porque consumimos todas nuestras naves al dar combustible a nuestros sueños, posiblemente en un vano alarde pirotécnico. Pero ahí estamos y lo único que tenemos es la realidad que decidimos vivir, la presente, la única disponible.
Consolémonos, tal vez, simplemente la mejor posible para nosotros.

lunes, 22 de marzo de 2021

¡VIVE!

Una vida miserable de aspiraciones es una infraexistencia amputada de esperanzas, una constante frustración. La ilusión, la emoción van configurando nuestras vivencias, así como nuestros anhelos y deseos. Renunciar a ellos es renunciar a la plenitud. Cuando encontremos una meta o una ambición que nos impulse, nos agite o nos inspire, la única opción coherente es luchar por ella sin ahorrar esfuerzo ni guardar energía para el regreso. En ese punto la única posibilidad de salvación es llegar a la otra orilla. Ese lugar que los mezquinos nunca conocerán porque queda fuera de sus estrechos mapas mentales.
La película Gattaca, injustamente infravalorada, plantea una sociedad donde los que no estaban genéticamente modificados no tenían ninguna posibilidad de éxito. Sin embargo, la lucha y la determinación pueden rebasar y confundir a todo el sistema, con lo que la historia que nos plantean es realmente un auténtico himno a la vida y a la superación. Aquí una de las escenas que más me gusta y que ilustra perfectamente todo lo que estoy comentando.

domingo, 21 de marzo de 2021

MUIR WOODS

A unos 30 kilómetros del ajetreado San Francisco tenemos un oasis de calma y naturaleza, se trata de Muir Woods.

Para llegar a él tenemos que tomar dirección Sausalito, una de las opciones más recomendables para llegar es el ferry y en el trayecto pasaremos por debajo del famoso Golden Gate.
Sausalito es una agradable localidad con casas de madera bajas y coloridas y aire de pueblo tranquilo e inspirador. Su agradable paseo marítimo con muchas cafeterías y restaurantes es un lugar perfecto para hacer un alto y tomar fuerzas para la visita al parque.
Muir Woods es un magnífico parque natural de 295 hectáreas declarado Monumento Nacional en 1908 y en el que podemos caminar entre secoyas de 7 metros de diámetro y entre 500 y 1200 años (son árboles que puede vivir hasta 3000 años) por limpios y bien trazados senderos de hasta 6 kilómetros perfectamente señalizados.
Al entrar en el parque sentiremos inmediatamente una sensación de frescor, son árboles de entre 100 y 150 metros de altura y los rayos de sol rara vez llegan al suelo.
Los árboles crecen bien en condiciones de alta humedad, por eso abundan en el denominado cinturón de niebla de California, donde es habitual que haya niebla en verano y les aporta la hidratación que necesitan en la temporada más seca.
La zona estuvo primero habitada por los indios nativos americanos Miwok Coast, con la llegada de los misioneros españoles los indios fueron enviados a la misión San Rafael. Se usó parte de la madera para la construcción de casas en la cercana San Francisco y semillas de estos árboles fueron enviadas a España y plantadas en el Real Sitio de la Granja de San Ildefonso donde crecen jóvenes hermanos de estos árboles.
Sin embargo los problemas de tala indiscriminada no llegaron hasta la década de 1860 (mucho después de la retirada de los españoles) debido a la inmigración masiva provocada por la fiebre del oro.
Afortunadamente un filántropo y pionero del ecologismo llamado William Kent y su esposa compraron el terreno en 1905 para preservarlo, donándolo al estado en 1908.
Además de árboles el Muir Woods da cobijo a más de 380 especies de plantas y animales incluyendo 27 de mamíferos, 50 de aves, 12 de reptiles y 5 de anfibios. El riachuelo que discurre entre los árboles se llama Redwood Creek y sus aguas viven salmones y truchas.
Pasear por el parque produce una sensación de frescor, paz y conexión con la naturaleza realmente increible. Si estáis de visita en San Francisco es una excursión de medio día fácil de realizar y que merece muchísimo la pena.

sábado, 20 de marzo de 2021

SETENIL DE LAS BODEGAS

Setenil de las Bodegas con una población de unos 3.000 habitanates es el último pueblo blanco que encontramos en la ruta de la sierra de Cádiz.

Está formado geológicamente por el tajo del rio Guadalporcún, nace entre las rocas y parece abrazarlas. Las viviendas se acomodan en las cuevas, templadas por el invierno y frescas por el verano, conformando un tipo pelculiar de arquitectura conocida como abrigo entre las rocas.
Las calles, a distintos niveles, son auténticos desfiladeros que se adaptan a la fisonomía de la roca con algún punto donde el cielo parece querer caer encima de nosotros como en la calle conocida como cueva de las sombras.
Las cuevas parece ser que ya estaban habitadas desde épocas prehistóricas, el pueblo fue también un baluarte imortante para el reino Nazarí de Granada hasta su caida en 1484 ( 8 años antes de la la reconquista definitiva del reino )y en épocas más recientes fue refugio de bandoleros..
De finales del siglo XV quedan en pie restos de la fortaleza así como la torre del homenaje y la iglesia de Santa María de la Encarnación construida sobre la antigua mezquita mayor.
En este entramado singular hay calles de sol y otras de sombra y privilegiados miradores que permiten contemplar magníficas panorámicas.
Setenil es un lugar de escondites, recobecos y sorpresas. Un capricho de la naturaleza y una arquitectura que se ha adaptado a la misma durante generaciones para crear un pueblo singular con una estampa única.

viernes, 19 de marzo de 2021

METEORA

A unos 350 kilómetros al norte de Atenas se encuentran las curiosísimas formaciones calcáreas conocidas como montañas de Meteora que en griego significan algo así como “rocas caídas del cielo”.
Dada su lejanía no es posible hacer una excursión de un día desde la capital. Lo ideal es hacer un par de noches en la zona. El pueblo de Kalambaka, sumamente tranquilo y justo al borde de las colinas, ofrece variados servicios y buenas opciones de transporte y es la base ideal para visitar la zona.
A medio camino desde Atenas está Delfos, que es una parada muy recomendable ya que el antiguo santuario, sede del oráculo y del templo de Apolo, es a día de hoy un interesantísimo yacimiento arqueológico donde ascendiendo a través de una empinada ladera nos iremos encontrando con restos de los antiguos edificios de casi 3000 años de antigüedad.


Monjes eremitas empezaron a frecuentar los inaccesibles riscos de Meteora, de hasta 600 metros, a finales del siglo X. Sin embarco el auténtico florecimiento de los mismos se produjo cuando los monjes se refugiaron en ellos durante el siglo XV, huyendo de la invasión turca. Llegaron a fundarse 24 monasterios de los que 13 aún siguen en pié y 6 activos y visitables. San Nicolás, Roussanoau, Varlaam, Gran Meteoro, Santísima Trinidad y San Esteban. Cuatro de ellos son masculinos y dos femeninos.
Si bien en el pasado la forma de acceder a ellos era escalando o a través de rudimentarias escaleras de madera y montacargas ( para las mercancías ), con lo que los monjes conseguían un total aislamiento, hoy en día carreteras y puentes facilitan el acceso y las escaleras de madera se han sustituido por escalones tallados en la piedra por lo que, pese a que su ubicación sigue desafiando la gravedad, la llegada a los mismos se ha vuelto relativamente cómoda. Con la llegada del turismo los monasterios ya no son el remanso de paz y aislamiento que fueron antaño pero conservan su forma y decorado original y multitud de obras de arte ortodoxas.
El paisaje vertiginoso, indómito y su conexión con lo sagrado transmiten una gran emoción y la zona es ideal para hacer caminatas entre los riscos. Un lugar lleno de originalidad y atractivo que, pese a mis altas expectativas cuando emprendí el viaje, no me defraudó en absoluto.

jueves, 18 de marzo de 2021

EL MONASTERIO DE PIEDRA

De viaje a Zaragoza, y tras mucho dudar, decidí dedicar un día a visitar el Monasterio de Piedra. Ya lo conocía y temía humillar esos borrosos e idílicos recuerdos que uno asocia con su niñez. Al visitarlo, a mediados de los 80, me había parecido el lugar más hermoso que uno pueda tan siquiera imaginar.
Ya de adulto, y tras haber visitado cascadas tan imponentes como Iguazú, Niágara o Gullfoss temía que el escenario real no estuviese al nivel de las imágenes que mi cerebro proyectaba y eso supondría degradar mi niñez, mancillar mi pasado.
Y, evidentemente cosas cambiaron. El largo recorrido por la nacional de Zaragoza a Calatayud, única via disponible en aquel entonces, mientras mi padre cantaba una canción sobre una tal Dolores se me hizo interminable en aquel primer viaje. Para colmo en el pueblo nadie parecía saber nada de la ínclita Dolores.
En esta ocasión el rápido viaje por la autovía me pareció un corto paseo, y en Calatayud no solo pude apreciar la guarida de la acogedora Dolores sino unos extraordinarios edificios de estilo mudejar. No cabe duda de que me apliqué en el estudio de la historia del arte en el Bachillerato y de algo debía de servir.
El extraordinario zigzaguear entre los pueblecitos de montaña entre los que destacaría Nuévalos me pareció en ambos casos apasionante, y finalmente el impacto de las cataratas no me defraudó en absoluto.
Esa perfecta armonía que los monjes cistercienses lograron entre lo natural y lo humano para tratar de encontrar plenitud y trascendencia en el mundo real cuando paseaban o meditaban alrededor del monasterio continuaba igual de vigente no sólo que cuando conocí el lugar treinta años atrás, sino igual que casi mil años cuando el conjunto fue diseñado y construido. Son lugares inmortales, inmunes al paso del tiempo.
Otra vez fue maravilloso deslizarme entre gruta Iris por detrás de las cascadas y luego contemplar la llamada Cola de Caballo. No importa que en Islandia atronaran con más contundencia; estas sonaban más delicadas.
Los hilos de agua adornaban las rocas convirtiendo al tosco rio Piedra en filigrana, en una delicada pieza de orfebrería. El reflejo de sus aguas mansas en otras zonas del recinto proyectaban una versión enbellecida de la naturaleza circundante.
El nombre de los saltos, Baño de Diana, Caprichosa o Iris o la historia de la iglesia gótica parcialmente arrasada por el fuego y de la que aún se conserva un magnífico claustro y un estimable calefactorio son ya anécdotas que tal vez acabe olvidando pero la delicada atmósfera del Monasterio de Piedra es uno de esos parajes hermosos que uno debe de conservar en su memoria para refugiarse en él cuando todo comience a desmoronarse a nuestro alrededor. Inolvidable e imprescindible.