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domingo, 4 de octubre de 2020

LA NUEVA NARRATIVA

Desde niños todos hemos sentido fascinación por las historias y los cuentos. Tanto que, si eran buenos, ni siquiera hacía falta que fueran ciertos. Todos nos hemos ilusionado con el ratoncito Pérez, Papa Noel o los Reyes Magos. Una dosis de fantasía genera esperanza, pero a determinada edad llegaba el momento de hacernos adultos y enfrentarnos a la realidad. Y de lo que no hay duda es de que la propia narrativa condiciona la realidad.
La interpretación distorsionada de los acontecimientos circundantes puede convertir las calamidades en retos, las tragedias en epopeyas, a los sanguinarios en pacificadores y a los farsantes en fiables doctores.
En la oscarizada película italiana de 1997 “La Vida es Bella” el abnegado padre protagonista utiliza el humor y la fantasía para convertir un campo de concentración en un escenario de juegos para su pequeño hijo y así protegerle de la realidad.
En Don Quijote, de nuestro universal Cervantes, Quijano Alonso un cincuentón aburrido, cansado de la monotonía y ansioso por experimentar sensaciones teje un universo de locura dónde se olvida de quien es y consigue transformarse en el intrépido caballero andante que nunca logró ser en el mundo real.
Utilizando estrategias similares y con deliberado afán de manipulación, oportunistas de toda época han sabido combinar las dosis perfectas de fantasía y olvido para hacer valer una línea de pensamiento oficial, donde un grupo de elegidos se convierten en los dueños de la historia.
Un discurso monolítico donde no hay cabida para el pensamiento subjetivo. El mundo deja de construirse de dentro hacia fuera. La experiencia personal y las emociones particulares son convenientemente manipuladas, de modo que la realidad se empieza a percibir desde fuera hacia adentro. Alguien exterior toma el control de mi vida; escribe mi biografía y lo que debo de sentir.
Se busca controlar a un número creciente de iniciados mansos (muchas religiones y sectas tienen larga experiencia en el uso de estas estrategias), sumisos actores que se identifiquen tanto con la historia que acaben por no cuestionársela y a formar parte de ella de modo que la renunciar a la misma supondría algo así como renunciar a su propia vida.
La consecuencia es un mundo intolerante y plano donde el individuo acepta ser comparsa a cambio de una supuesta protección personal y un encaje en el grupo o lo que es lo mismo un mal disimulado remedo del feudalismo más rancio.
No son buenos tiempos para quien intente orientarse por su particular brújula interior o busque enriquecedores contactos entre iguales (sean estos intelectuales, económicos, comerciales o afectivos). El vivir fuera de los asfixiantes límites del pensamiento oficial es un estremecedor grito en el silencio con la angustiosa estética de Munch.
Y con esta cobertura la apisonadora de la postmodernidad destruye todo el riquísimo entramado anterior de relaciones para dejarnos un mundo de burócratas y multinacionales donde la clase media se achica o se destruye, el menor número de actores en el mercado limita la libre competencia, el reparto de la riqueza es menos igualitario, disentir no se lleva y pensar es peligroso.
Se niega la familia y la transmisión de algo aún más importante que los propios genes, los memes (la transmisión del conocimiento interpersonal- de individuo a individuo- en el sentido que le daba Richard Dawkins en su libro de 1976, El Gen Egoísta). En la defensa de unos supuestos beneficios colectivos se acaba por encadenar nuestro libre albedrío. Unos grilletes cada vez más opresores y represivos que engendran ciudades tristemente iguales y sin sorpresas. Engendros carentes de vitalidad donde lo vulgar es la norma y nada deslumbra, donde los acogedores negocios de barrio son sustituidos por Mc Donalds, Decathlon, Panris o Starbucks y las personas por expendedores automáticos.
Una vida artificial donde el guión ya está escrito y las vivencias son más virtuales que reales, explosiones de imágenes perfectamente estudiadas con el objetivo de impactar en la conciencia. Un escenario estrecho que no da soporte a toda la complejidad de la vivencia humana y donde el individuo renuncia a manejar las riendas de su propio destino. El devenir vital pasa a ser una insufrible sucesión de indigestas cursilerías y tediosos tópicos. Un letargo tan solo interrumpido ante la exposición a predeterminados Hastags o establecidos automatismos. Entonces el plácido rebaño se transforma en una jauría enrabietada que saliva del mismo modo que los perros de Paulov.
El adoctrinamiento generalizado, la falta de capacidad de respuesta intelectual, el cobarde repliegue ante las humillaciones pone en peligro el desarrollo del ser humano en plenitud, limita su capacidad ampliar su conciencia y su crecimiento personal. Pero aún hay esperanza, esta monstruosa aberración diseñada por zafios fundamentalistas tiene gruesos muros pero frágiles cimientos. Un solo corazón libre que palpite verdad puede provocar que todo el entramado se desmorone igual que un castillo de naipes.