La certeza de este hecho paraliza las inquietudes de muchos, tentados a abandonar el carrusel y convertirse en meros espectadores de los acontecimientos, pues emprender un nuevo viaje en este particular tiovivo en el que sólo cambia, de tarde en tarde, alguna de las piezas del atrezzo, produce nauseas y mareos. El abandono y la apatía anestesiarán las aspiraciones de la mayoría pero algunos esforzados visionarios hallarán coraje para continuar.
Y entonces, de nuevo en la rueda, al mirar por encima de la cabeza de su caballito de cartón verán el paisaje desde una nueva perspectiva, han ganado altura y todo comienza a tener un nuevo sentido, cada vuelta les agota, les va reduciendo la proporción de oxígeno, pero les eleva de tal forma que lo mismo les parece diferente y comprenden que el camino circular no es tan plano como imaginaban, cada giro supone un imperceptible ascenso en la empinada y exigente montaña de la sabiduría, de modo que la excitación de ir saciando su avidez de conocimiento les compensa de la incomprensión generalizada y la sospecha de no recibir recompensa alguna una vez alcanzada la cumbre, quizá solo tirarse por el precipicio.
Tras meses sin comunicarme mediante este medio, de nuevo vuelvo a escribir. Muchas cosas me resultan familiares pero algo ha cambiado, ahora viajo con menos equipaje, y aunque cada paso resulta asfixiante y agotador, una voraz curiosidad me impulsa seguir girando irremediablemente en esta misteriosa rueda de la vida.