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martes, 25 de marzo de 2014

ALGO MÁS QUE UN VUELO

Justo se acababan de conocer en el avión. El destino les había colocado en dos asientos contiguos en el vuelo que unía Madrid con Nueva York, donde los dos, él y ella, habían planeado por separado pasar unos días haciendo turismo.
Comenzaron la protocolaria charla de desconocidos, generalmente breve e insulsa, con el ánimo de terminar pronto y echar una cabezada. Sin embargo, pronto comenzaron a brotar las palabras y a fluir las frases. Y así, en el transcurso de las 8 horas de vuelo pasaron de la cordial sonrisa o el aséptico consejo sobre que lugar visitar, ( - ¡Mejor Macy´s que Twenty First Century!;  cenar en Elly ´s Stardust, ¡Imprescindible¡- ), a la risa cómplice o a las confidencias íntimas sobre amores, desamores y los distintos laberintos por los que les había llevado la vida, para al final acabar siempre en el punto de inicio, solos, desorientados y cada vez más agotados.
Cuando estaban a punto de aterrizar en el JFK ya carcajeaban y se reían de sus presuntas desdichas. En realidad, ninguno de los dos, sobre todo ella, era aún tan viejo ni tan desdichado y compartidas sus penas parecían desaparecer.
El avión se posó en tierra. Tocaba despedirse y ninguno sabía como hacerlo, cuál era la frase adecuada, la palabra precisa o el gesto oportuno, y por eso decidieron quedarse juntos, no sólo para compartir la visita a la gran manzana, sino para siempre.

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