Acabando la adolescencia tuve la suerte de recibir el legado de un sabio.
Don Francisco Vizoso un catedrático de latín que había fijado su
residencia en el hotel durante años se jubilaba y volvía para su casa en
Galicia. Por problemas de espacio en su nuevo domicilio dejaba 3
pesadas baules que decidió no trasladar; en ellas encontré toda una
ventana al mundo y a la vida.
Las maletas estaban llenas de libros, y no cualquier clase de libros, eran las lecturas seleccionadas de
un humanista. Entre ellos "La agresión el pretendido mal" de Konrad
Lorenz, el primero que leí, subrayado y comentado por el maestro Vizoso.
De la etnología pasé a la antropología (Desmond Morris) y todo ello
despertó mi interés por pueblos y culturas diferentes y por los viajes
fantásticos en los confines de la civilización (Heirrich).
Según fui
descargando la maleta de libros quise llenarla de experiencias y
vivencias; recorrer todos aquellos paisajes que había recreado en mi
mente con la ambición de tratar de conocer la esencia de la naturaleza
humana más allá de los diferentes colores y costumbres.
El reto es un devenir sin fin que jamás podré concluir, un desasosiego, una maldición.
Las maletas, ahora vacías de libros, parecen inconsistentes. Añoro
aquella época donde todo lo imaginable era posible y aquel primer viaje
que emprendí sin moverme de mi habitación...
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PD: Si he de ser sincero comencé a escribir con el afán de acercaros al
mundo de la etnología y la antropología pero reflexionando sobre el
texto que acabo de publicar, no se si sugeriros precisamente lo
contrario.
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