El vecino pasa absorto, sin verme cuando me cruzo con él en la escalera.
Camino de Oviedo el chico del asiento número 8 dormita en el ALSA con
los auriculares puestos, ajeno a la primorosa rubia que le hace ojitos.
Llego a la capital dispuesto a hacer unas gestiones y me encuentro con
que el operario de la oficina está ausente por un ERE, su compañero
abrumado hace un sickie y el único ente que presta asistencia a los
usuarios es una siniestra máquina fabricada en Corea con la que, por supuesto, no consigo realizar ningún trámite.
De vuelta en Gijón decido ir a cenar a mi restaurante favorito y
observo como la pareja de la mesa del fondo celebra un simulacro de cena
romántica a mayor gloria del móvil y los selfies. La fría dictadura de
la pantalla arruina cualquier atisbo de complicidad o de calor humano y
el iphone 7 acaba convirtiéndose en el prioritario foco de atracción de
la velada, algo en parte lógico, ofrece mejor rendimiento, mayor
autonomía y más posibilidades que la mayoría de los comensales.
Y
caigo en la cuenta que todo lo que veo a mi alrededor son vidas
fallidas, falta de entusiasmo, evasión en realidades paralelas,
conformismo y sedación generalizada, nadie parece disfrutar con el mundo
real y la pasión se derrocha de la forma más grotesca y absurda.
En
vez de afrontar los retos con ilusión y valentía muchos se estancan en
una permanente queja. La viciosa comodidad se impone en su día a día
pero esto no genera más que insatisfacción y una falsificación de lo que
debería de ser. Un mundo de ensoñación donde muchos acaban por no
reconocer ni al rostro que se refleja en su espejo cuando se cepillan
los dientes.
Desde luego estamos al borde del apocalipsis. El mundo
tal y como lo habíamos concebido hasta ahora está a punto de colapsar.
Ruego a los señores del gobierno que reconsideren su postura y tomen muy
en serio la amenaza zombi.
¡¡Estamos rodeados de muertos vivientes y es necesario que el protocolo zombi se active cuanto antes!!
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lunes, 24 de abril de 2017
domingo, 23 de abril de 2017
INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Vivimos en un época de sobreexposición tecnológica. Cualquier comportamiento genera un rastro y multitud de métricas posibles. Etiquetados, clasificados y puntuados, no falta más que un pequeño paso para convertirnos en cautivos de la Inteligencia Artificial (u otras inteligencias). ¿Nuestras decisiones se toman en nuestro cerebro o en Mountain View? ¿Está tomando el teléfono móvil el control de nuestras vidas? El futuro del marketing digital apasiona y sobrecoge. Tratemos de entender al menos parte de lo que sucede, es esencial para nuestro futuro y el de las organizaciones que dirigimos.
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