Lo que sucede a extramuros de nuestra conciencia no es real.
Lo que escapa a nuestro foco de atención, percepción o conocimiento, no existe, al menos para nosotros.
No hace falta recurrir a la física cuántica para comprender que cada
distinto observador crea un original universo subjetivo, con toda clase
de singularidades y matices.
Desde la cosmogonía disparatada y
grotesca del insufrible Puigdemont a la intolerable crueldad de Kim
Jong-un, a la lúdica y vaporosa de Kim Kardashian
o la falocrática e hipersexualizada de Nacho Vidal. Todo son sesgos,
visiones particulares de un universo con opciones infinitas.
Unas
gafas de madera que hace que un intenso dolor de muelas pueda atenazar a
cualquiera de nosotros más que todo el sufrimiento y la miseria de la
humanidad en su conjunto.
Unos referentes tan absurdos en general
como la vida por el libro, las mujeres 90,60,90 o las normas de la casa
de la sidra. Y una sociedad que pide, acción y más acción para matar
cualquier atisbo de pensamiento racional o libre, sellando nuestra única
vía de escape posible.
Porque, sin duda, el genuino medio de
reivindicar nuestro YO y nuestra propia existencia, es nuestro
pensamiento. El pienso, luego existo cartesiano.
Así que meditemos,
reflexionemos, escudriñemos los meandros más recónditos de lo más
profundo de nuestro ser, sumerjámonos en las abismales tinieblas
marinas, próximas a donde naufragó el Titanic, un paraje en el que las
corrientes son intensas, la presión es insoportable, nos quedamos sin
aliento y el agua está gélida, es allí donde encontraremos los cisnes
negros, esos que hacen caer con estrépito paradigmas ridículos y
permiten, ya de vuelta a la superficie, volver más conectados con
nuestro YO esencial e impregnados por la auténtica realidad que nos
corresponde, la de nuestros más íntimos anhelos y sueños.
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viernes, 10 de agosto de 2018
viernes, 1 de junio de 2018
TAIWAN
El viaje es el anhelo de atrapar una emoción.
Un estallido, una disrupción, un vórtice envolvente que conecta a nuevas frecuencias.
La semana que viene planeo ir a Taipei, la pura esencia de lo que son las ciudades asiáticas, el cegador destello de los coloridos letreros de vistosos caracteres y el hormigueo del constante devenir de personas, vehículos y mercancías. Y para mÍ, el hechizo de acoplarme a un ecosistema donde me suelo mimetizar con camaleónica naturalidad. El placer de enchufarme plenamente a esa Asia ancestral y profunda, que veía tan lejana en el pasado y que acabé por sentir tan próxima.
Dicen que la exuberante isla Formosa, bautizada así por los exploradores portugueses debido a la belleza de sus espectaculares parajes naturales, combina el refinado perfeccionismo japonés con el sentido de la vida chino, sus tiempos lentos para decidir y etéreos para moverse, su profunda ironía, todo ello impecablemente integrado en la singular sociedad que conforma el actual Taiwan. Un territorio, que, pese a las presiones de los chinos continentales, lucha por mantener su identidad propia producto del mestizaje cultural con los nipones y los avatares políticos de Chiang Kai-shek. Taipei, la capital, es famosa por sus mercados nocturnos, su afán emprendedor, su vocación comercial, sus antiquísimos templos y su urbanismo atroz.
Me veo surcando por sinuosas callejuelas de paredes desconchadas que huelen a fritanga y saben a picante, a la sombra de los grandes rascacielos, allí donde los originales vecinos, hablan, gritan, ríen, juegan a las cartas, fuman, comen y beben te en plena calle. Parecidas estampas a las de aquel pintoresco barrio del Carmen por donde correteaba de niño y que el tiempo desdibujó.
Y es que viajar a nuevas latitudes espaciales es volver a bucear en las abismales profundidades de nuestro tiempo ancestral.
Un estallido, una disrupción, un vórtice envolvente que conecta a nuevas frecuencias.
La semana que viene planeo ir a Taipei, la pura esencia de lo que son las ciudades asiáticas, el cegador destello de los coloridos letreros de vistosos caracteres y el hormigueo del constante devenir de personas, vehículos y mercancías. Y para mÍ, el hechizo de acoplarme a un ecosistema donde me suelo mimetizar con camaleónica naturalidad. El placer de enchufarme plenamente a esa Asia ancestral y profunda, que veía tan lejana en el pasado y que acabé por sentir tan próxima.
Dicen que la exuberante isla Formosa, bautizada así por los exploradores portugueses debido a la belleza de sus espectaculares parajes naturales, combina el refinado perfeccionismo japonés con el sentido de la vida chino, sus tiempos lentos para decidir y etéreos para moverse, su profunda ironía, todo ello impecablemente integrado en la singular sociedad que conforma el actual Taiwan. Un territorio, que, pese a las presiones de los chinos continentales, lucha por mantener su identidad propia producto del mestizaje cultural con los nipones y los avatares políticos de Chiang Kai-shek. Taipei, la capital, es famosa por sus mercados nocturnos, su afán emprendedor, su vocación comercial, sus antiquísimos templos y su urbanismo atroz.
Me veo surcando por sinuosas callejuelas de paredes desconchadas que huelen a fritanga y saben a picante, a la sombra de los grandes rascacielos, allí donde los originales vecinos, hablan, gritan, ríen, juegan a las cartas, fuman, comen y beben te en plena calle. Parecidas estampas a las de aquel pintoresco barrio del Carmen por donde correteaba de niño y que el tiempo desdibujó.
Y es que viajar a nuevas latitudes espaciales es volver a bucear en las abismales profundidades de nuestro tiempo ancestral.
martes, 20 de marzo de 2018
FACE YOUR FEARS, LIVE YOUR DREAMS
Ciertos episodios esta tarde me han hecho recordar este viejo póster que lucía hace más de 3 lustros en el salón de mi casa de estudiante en Cardiff. "Enfrentate con tus miedos, vive tus sueños", decía... O lo que es lo mismo, amplia horizontes, lee, siente y, sobre todo, viaja y viaja; físicamente o con tu mente.
No existe mayor placer que el de conocer.
No existe mayor placer que el de conocer.
lunes, 8 de enero de 2018
FELICIDAD (ALBANO Y ROMINA)
En frio o en caliente, con o sin empatía, las emociones siempre toman las decisiones por nosotros.
Tomar las riendas de nuestro destino supone dejar de ser algo más que esclavos de nuestras pulsiones internas.
Sólo nos queda, pues, propiciar el estado de ánimo adecuado. Si no la vida se convertirá en una desasosegada sucesión de garrafales errores. Una biografía fallida y maldita.
Una vida plena solo se alcanza desde la serenidad, dejándose atrapar por esa palmada en el hombro, esa mirada de complicidad, ese beso, hermoso, duradero e inconmensurable aquel día que Albano y Romina eran aún felices. Esos instantes eternos que alumbran el camino a la lucidez y nos proporcionan la entereza necesaria para, superadas todas nuestras angustias, sentirnos, por fin, completamente libres.
Disfrutad del día de la felicidad!!! y de todos los demás.
Tomar las riendas de nuestro destino supone dejar de ser algo más que esclavos de nuestras pulsiones internas.
Sólo nos queda, pues, propiciar el estado de ánimo adecuado. Si no la vida se convertirá en una desasosegada sucesión de garrafales errores. Una biografía fallida y maldita.
Una vida plena solo se alcanza desde la serenidad, dejándose atrapar por esa palmada en el hombro, esa mirada de complicidad, ese beso, hermoso, duradero e inconmensurable aquel día que Albano y Romina eran aún felices. Esos instantes eternos que alumbran el camino a la lucidez y nos proporcionan la entereza necesaria para, superadas todas nuestras angustias, sentirnos, por fin, completamente libres.
Disfrutad del día de la felicidad!!! y de todos los demás.
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