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miércoles, 27 de julio de 2011

DA LI



El regreso a Beijing lo haríamos desde el aeropuerto de Da Li, a más de tres horas en autobús de Lijiang. El viaje volvió a hacerseme sumamente pesado, más teniendo en cuenta la orografía de la zona, la precariedad del transporte público en China ( encajonado entre otros dos pasajeros ) y la gran cantidad de conductores bisoños que se aventuran a la ruta, convirtiendo el trayecto en un zigzagueante carruesel de curvas y adelantamientos.
La etnia mayoritaria en Da Li se denomina bai y su centro histórico se encuentra magníficamente conservado. El lugar ha sido tradicionalmente punto de encuentro y reposo de mochileros y soñadores tras sus andanzas por el Tíbet. Alguno se ha instalado en Dali de forma permanente dándole a la ciudad un tenue pero percepetible guiño occidental. Es una perfecta fusión entre los dos mundos mucho más amable que entre Beijing u otras grandes capitales. Aquí las esencias asiáticas prevalecen, el ritmo de vida es más reposado y la arquitectura tradicional se encuentra mucho mejor preservada. Me sorprendió ver una iglesia católica con un estilo arquitectónico completamente oriental, o la populosa calle del extranjero donde, igual que en una pequeña ciudad europea, me pude sentar en una terraza a tomar una pizza, aunque dentro de una atmósfera genuínamente oriental y en la que también había opción de encontrar puestos callejeros en los que braseaban carne. La zona es también famosa por la calidad de su te, de diferentes aromas y variedades, en la casa de un comericante tuve la oportunidad de hacer diferentes catas.
Sin embargo lo que le da auténtico sabor a Da Li es el cercano lago Erhai de unos veinte kilómetros de diámetro y donde se pueden encontrar curiosos templos o pequeños pueblos de exquisita arquitectura bai. Lástima de no haber podido contar con más tiempo para pescar con comorán, actividad muy popular en el lago. Las mejores vistas del lago se obtienen desde la ladera del monte a las afueras de Da Li, lo mejor, según pude comprobar, es usar el teleférico, una vez allí se puede visitar un pequeño templo, unos jardines y unas interesantes y angostas cuevas de estalactitas. A la vuelta es inevitable la visita del templo de las tres pagodas, tres imponentes torres ( una de ellas construidas en el siglo IX ) visibles desde casi toda la zona. Y allí de nuevo regreso al centro de Da Li donde continúe paseando y disfrutando de lo especial del lugar, de lo colorido de sus casas, de las tranquilas rutinas de sus gentes u ocasionalmente de alguna reliquia de la temprana presencia europea del lugar.

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