Hace unos días tocó concluir la noche en ese utópico local que es como
la continuación del salón de mi casa hablando de libros. Y uno de los
más comentados fue las Cenizas de Angela, una dura visión de la infancia
que si bien para algunos es un paraíso perdido para otros es un cruel
infierno al que no volver jamás. Existe también versión cinematográfica
dirigida por Allan Parker bastante estimable.
El libro que en su día utilicé para mejorar mi inglés, se ha convertido en un clásico
contemporáneo y al igual que a mis interlocutores del pasado sábado os
lo recomiendo vivamente. La novela refleja con descarnada autenticidad
una niñez pobre miserable e irlandesa llena de mugre, hambres, chinches y
letrinas.
Al estar inspirada en la biografía del propio autor,
Frank Mc Cour , todas las peripecias rezuman veracidad y son ricas en
detalles, pero el relato nunca abandona ese poso de amargura del que
desde la distancia trata de reconciliarse con su pasado, usando a veces
un tono sarcástico para describir acontecimientos, sin duda, muy
dolorosos.
La Irlanda de aquella época, y especialmente el oscuro
Limerick en el que se desarrolla la acción era un lugar asfixiante y
abyecto, regado de alcohol e inspirado por la maledicencia donde la
única salida posible era emigrar a Nueva York.
Y, según he podido
comprobar recientemente, poco ha cambiado desde entonces, pese a su
estridente animación, la sobrevalorada Irlanda continúa siendo un lugar
atrasado, desdichado y mezquino.
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