Vistas de página en total

domingo, 5 de abril de 2020

EL VERDADERO RELATO DEL NUEVO MUNDO FELIZ

El emocionante viaje concluyó abruptamente.
La curiosidad fue cercenada y los cerebros lobotomizados por los sicarios informativos de las palancas de trasmisión del nuevo régimen.
La realidad ya no era real. Lo real era lo que el “gran amo” emitía por las pantallas. ¿Y cómo no amar al amo? El mismo era la hermosura y la lozanía. El proporcionaba sólo belleza en las pantallas. En ellas no había ni luto ni muerte, ni sufrimiento ni dolor, tampoco nostalgia. En las pantallas sólo había felicidad y distracción, recreo y algarabía por tiempo ilimitado. Todo era tan maravilloso en el mundo de las pantallas que no estaba permitido ser desdichado en ellas. Lo cierto es tampoco había posibilidad de otro mundo más allá de unas paredes imposibles de traspasar.
¿O sí la había?
Un mundo que ya no es plano sino complejo, que no es una sombra en una pantalla, que tiene matices y destellos. Un mundo que huele y que sabe, que transpira, que vive y que lucha y que también muere. Un mundo donde hay disidencia.
Disidencia en el salón, en el baño y en la cocina.
Disidencia en el supermercado, en el banco y en la farmacia.
Disidencia en la laberíntica complejidad de nuestra mente que nunca podrá ser arrebatada por la pobre aunque suprema superficialidad del impostado amo.
Disidencia en un pensamiento que construye, deconstruye, profundiza, viaja y tiene avidez por conocer mucho más allá de las absurdas verdades impuestas por quienes apenas conocen el significado de tan primorosa palabra.
Disidencia también dentro de mi cuerpo que palpita y ansia por impregnarse de la auténtica fragancia del mundo, tan asombrosa y rica en matices, que desea catar la vida a sorbos y que tampoco ha eludido nunca una buena batalla. La resonancia de mis pisadas al caminar se convierten ahora en un constante toque a rebato a la disidencia.
Disidencia de casta, de tribu, de familia y de linaje.
Disidencia, siempre, disidencia.
Yo he elegido ser un disidente y encantado pagaré el peaje de hielo del desprecio y del desdén. Porque, al contrario de los otros, el corazón del disidente aún palpita y, aunque en el exterior haga frio, el ardor, la pasión y la clarividencia proporcionan una inconmensurable y verdadera, si, VERDADERA, calidez interior.
La verdad no existe. La verdad es una búsqueda, un viaje. Si nos privan de eso y los amos nos proporcionan las verdades absolutas nos están privando del propio regocijo de emocionarse, de descubrir, del placer mismo de vivir.

No hay comentarios: