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sábado, 29 de marzo de 2008

RECUERDOS DE CASABLANCA

Cuando la noche se acaba y nos refugiamos en su recóndita oscuridad siempre aparece otra alma en pena, otro desdichado buscador de paraísos perdidos que trata de aplacar su frustración regodeándose con su derrota y compartiéndola con los demás.
Son Humphrey Bogart y Claude Rains, Rick y Renault, apareciendo entre la oscuridad de la neblina del aeropuerto en Casablanca consolidando una inquebrantable amistad, con esa complicidad que sólo pueden proporcionar la clarividencia y el descreimiento, mientras contemplan como la heroína vuela con un ingenuo oportunista ejerciendo el papel del héroe imposible que no le corresponde.La renuncia constante y la sensación de no encontrar la plenitud es el sino del eterno viajero, aquel que descubre allá donde va que el mundo tiene más de frustrante que de heroico y nunca encuentra sosiego.
El descanso no resulta placentero para ellos, caen presa de la nostalgia y se recrean en la añoranza de lo perdido, en vez de disfrutar el presente. Cuando la noche llega a su ocaso y arrullados por la música de réquiem sueñan con crepusculares reinos y encuentran hermosura en la desdicha.
La vida puede ser tan amarga como el limón o el vodka, sobre todo cuando recordamos París o a nuestros corazones latiendo al compás de los cañones, pero ese sentimiento ambivalente y profundo es el que nos permite seguir respirando, es salvación y condena, gracia e infortunio, agudeza y obcecación y mientras pasa el tiempo ( as time goes by ) nos tomamos un trago en el café de Rick en Casablanca o en el pub de moda en Madrid o Gijón y le decimos al DJ que vuelva a pinchar otra vez la canción de siempre. Tócala otra vez, Sam.

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