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viernes, 24 de mayo de 2013

KORCULA, OTRA PEQUEÑA PERLA EN EL ADRIÁTICO.

Para llegar a la isla de Kórcula desde el continente debemos atravesar el Adriático en barco. Numerosos ferrys realizan la travesía varias veces al día.









La principal localidad de la isla es Kórcula. Fue construida en una pequeña península para, desde sus murallas, controlar el paso de navios por el estrecho canal que la separa del continente.
El tramo de escalera que sube hasta la Puerta de Tierra proporciona, tal y como podemos comprobar en la foto, un espectacular acceso al casco antiguo. La puerta, ubicada en un bastión del siglo XIV, estaba muy protegida.





Las murallas de Korcula resultaron suficientemente robustas para repeler un ataque de los turcos otomanos en 1571. Actualmente, han desaparecido algunos tramos para dejar paso a una carretera, aunque aún se conservan varios bastiones y restos de las murallas con cañones hacia el canal.
 
Es continuo el trasiego de embarcaciones que circulan por el estrecho canal que separa a la isla de Korcula del continente.












La ciudad de Korcula es pequeña, pero cuenta con numerosos templos. Las iglesias de Todos los Santos, San Miguel y de Nuestra Señora se hallan dentro de las murallas del casco antiguo.

 
Las calles estrechas del recinto amurallado son muy llamativas: las que desembocan en el lado oeste se trazaron rectas para que el mistral de verano refrescara la ciudad.
Todo lo contrario que las callejuelas del este, ligeramente curvadas para debilitar el molesto y gélido bura, y para establecer estrategias defensivas ante las invasiones enemigas.
Korkula, conocido también como pequeño Dubrovnik por su fisonomía y estar rodeado de montañas, está por contra mucho menos masificado que su hermana mayor, cuenta con multitud de terrazas y miradores propicios para el relax y el descanso contemplando el mar y el devenir de la tranquila vida del pueblo, alterada, en todo caso, por la llegada de algún crucero.

Siguendo el perímetro circular de la muralla hay un bonito paseo con fantásticas vistas al mar, donde se colocan agradables terrazas y se ubican ls viviendas más vistosas.

Decidí subir a la parte más alta de la ciudad, una pequeña colina ya fuera del perímetro estricto de la muralla para tener las mejores vistas, para conseguirlo no hubo más remedio que subir un montón de escalones.
 
La ciudad desde lo alto ofrece un mosaico de tejados rodeados de una muralla medieval y salpicado de capiteles que se alzan sobre el azul cobalto del Adriático, con el magestuoso macizo Peljesac como telón de fondo.

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