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viernes, 23 de mayo de 2008

OUTDOOR TRAINING



Atrapados en nuestras agobiantes agendas y endiabladas rutinas, a veces, es difícil encontrar un momento de respiro que nos permita conocer mejor nuestro entorno más cercano y a nosotros mismos.
Un cambio radical de escenario o de actitud mental no ha de ir precedido necesariamente de un pesado vuelo internacional o del inevitable jet lag.
A una media hora de Oviedo se encuentra la tranquila y acogedora aldea de Cofiño, peculiar paraje de indescriptible belleza encajado entre la Sierra del Sueve y los Picos de Europa, donde el mundo fluye a otros ritmo, el aire es más fresco y el paisaje nos regala un sin fin de inolvidables instantáneas.
Confortablemente alojados en un impecable hotel rural y tras una apetitosa cena, original pero contundente ( odio esa nueva cocina que siempre te deja con hambre ), iniciamos una serie de actividades que desentumecieron nuestros músculos y nuestra mente y nos alejaron del confortable sedentarismo en el que solemos parapetarnos.
Rodeados de un círculo de compañeros y a punto de perder el equilibrio resultaba natural entrar en contacto físico, la inercia de los acontecimientos nos llevó a vernos manteados avanzando en forma de gusano o realizando saltos de fe a la espera de que nuestros compañeros nos recogieran antes de dar con nuestros maltrechos huesos en el suelo, todo según un programa perfectamente diseñado pero donde nada parecía forzado y entre el regocijo y diversión ( incluso yo, que no simpatizo con las actividades físicas extremas ), de todos los participantes.
Sin darnos cuenta nos dieron casi las tres de la mañana y nos retiramos a dormir.
Tras las emociones previas y arropado por la paz del entorno, me fue fácil conciliar un sueño profundo y reparador, sin duda, necesario dado lo que nos esperaba el día siguiente.
Tras un rápido desayuno partimos hacia Arriendas a primera hora de la mañana.
En el amplio entorno que rodea la escuela de piragüismo, y divididos en varios equipos de unas 5 personas, realizamos otra serie de pruebas en equipo donde la estrategia primó sobre la habilidad y la fuerza, la naturalidad sobre el encorsetamiento y la actitud positiva y el buen humor sobre la competitividad extrema.
Hacer relevos con una aleta de submarinista, tirar con arco con los ojos tapados o saltar por entre cuerdas imposibles fueron tan solo algunos de los retos planteados.
A media mañana el sol lucía radiante y aún quedaba la guinda de la jornada, el descenso del Sella.
Entre palada y palada, festiva de agüadillas y chapuzones, un poco de sudor y alguna lágrima, pero de risa, en el zizagueante (dado las dificultades que, cómo piragüista novato, tuve para hacerme con el control de la embarcación) descenso fluvial en canoa de Arriondas a Toraño dónde dimos por concluida una jornada inolvidable.

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