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miércoles, 24 de septiembre de 2008

UNIDOS DE LA MANO















La semana pasada supuso, para mi, un soplo de esa verdadera multiculturalidad que tanto hecho en falta en Gijón.
Días de animados encuentros entre bretones, escoceses, galeses y asturianos en una auténtica celebración de las tradiciones célticas con el permiso de algún invitado inglés, brasileño o castellano donde el don de lenguas, la curiosidad y el desenfado parecían ser los atributos comunes de la mayor parte de los jóvenes invitados.
La atmósfera me llegó a recordar a mi enriquecedora etapa de estudiante en Cardiff, donde este tipo de encuentros eran cotidianos, suponiendo en mi caso el acontecimiento un genial cambio de escenario sin necesidad de salir de la ciudad, de modo que por una vez la montaña venía a Mahoma.
Así pues, y tras dos o tres divertidas jornadas llenas de sorpresas para todos; un asturiano escanciaba sidra mientras un escocés explicaba lo que significaba el Kilt en su cultura o el bretón rompía un cubito de hielo sobre la cabeza de algún inglés, llegó el acontecimiento que a todos no había reunido en la ciudad, el enlace matrimonial entre una asturiana ( en este caso mi hermana ), y un escocés.
Los británicos acudieron al evento, previsto para las 5,30 de la tarde, con su tradicional kilt realizando una especie de procesión desde el hotel donde se alojaban la mayoría hasta la iglesia de la ceremonia. Al frente de la original comitiva un personaje encantador y entrañable, Robert, gaitero de Kelzo, que con sus atemporales melodías, conseguía crear la adecuada atmósfera de contenida alegría y respeto por las arraigadas tradiciones.
Ya en la iglesia se cambio la música celta por la sacra y sólo la belleza de la novia y alguna de las invitadas conseguía restar algo de protagonismo a los vistosos trajes regionales de los escoceses.
En su sermón el sacerdote volvió a insistir en la idea de que las procedencias podían ser múltiples pero la divinidad una sola y que el orgullo por lo nuestro pero el respeto por lo ajeno debían de guiar nuestra conducta.
De nuevo en el exterior serpentinas, pétalos de rosa y nada de chabacano arroz. Más música de gaita, a veces escocesa, otras veces asturiana y un día espléndido para acompañarnos al banquete.
Desde la terraza del restaurante Bellavista magnificas puestas de sol para hacer honor a su nombre y delicioso y abundantísimo aperitivo en el que continuaron surgiendo risas y complicidades entre los invitados de las distintas procedencias.
El banquete que comenzó cerca de las 9,30 consistió en una interminable sucesión de sabrosos platos que consiguió que hasta el equipo de rugby de Aberdeen rechazase un segundo plato, por primera vez en su historia....
Tras la comida y siguiendo en este caso una tradición británica, se pasó a la lectura de discursos. El novio estuvo en su doble versión, castellano e inglés, divertido y cariñoso. Los testigos, solo en versión inglesa, fueron genialmente mordaces, tal vez por fortuna, buena parte de los invitados de España no pudieron entender nada. Su delirante gracia estaba en su ironía, pero como suele ser habitual en estos casos el novio no salió muy bien parado.
Por último hizo su intervención el hermano de la novia en un discurso sentido y emocional que fue muy aplaudido, sobre todo en su versión inglesa y por el que, debido sin duda a la extraordinaria generosidad de la gente, recibí muchas alabanzas.
Tras el trago de la lectura pude relajarme y los novios, mi hermana y Neil, pasaron a cortar la tarta.
Después del postre, que en esta ocasión fueron dos, tocaba el momento de bajar tanta comida y nos dirigimos a la zona de baile y allí nos encotramos con otra pequeña sorpresa. Louise, una delicada y jovencísima bailarina nos deleitó con una danza gaélica en toda una demostración de resistencia física, coordinación y calidad técnica.
Tras esto el convencional baile donde se mezclaron los habituales ritmos de pop españoles con los británicos y la proverbial barra libre.
Cuando a eso de las 4 de la mañana la música enlatada desapareció, de nuevo Robert, el impagable gaitero, vino en nuestra ayuda. La pureza de su música despertó de lo más profundo de nuestro interior ancestrales ritmos y sones.
Más de la mitad de los invitados ya se había ido, pero los que aún quedábamos empezamos a entrelazar con fuerza nuestros brazos, dábamos vueltas y una vez alcanzada la velocidad necesaria nos soltábamos para volver a coger de nuevo a quien tuviésemos más cerca en una suerte de enloquecido baile celta. Cuando las energías empezaban a decaer todos comenzamos a hacer un circulo y con los brazos en alto nos cogimos de la mano para bailar la danza prima mientras cantábamos el Asturias patria querida. En el centro haciendo un pequeño círculo estaban los novios y los padres de ambos. Rodeándolos un abigarrado grupo de gente de distintas edades, nacionalidades y procedencias que habían unido sus manos para celebrar algo único y especial, el imparable poder de un desbocado torrente que desborda barreras y prejuicios, la incontenible fuerza del amor.

1 comentario:

Eva y Neil dijo...

Gracias, hermanito! Tu discurso fue realmente emotivo. Te quiero un montón. Eva