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martes, 9 de septiembre de 2008

MISION DE PAZ

Durante siglos nuestro reino se convirtió en garante de la religión católica. Nuestros orgullosos antepasados se pusieron al servicio de una labor divina. No importaba arruinar vidas o haciendas, se trataba de una causa santa y el fin justificaba cualquier medio.Después llegó la decadencia y en 1898 se perdieron los últimos restos de aquel moribundo imperio. Costó todo el siglo XX asumir nuestro nuevo papel, padecimos dictaduras infortunios y al final comprendimos que ya no éramos una potencia, pero podíamos convertirnos en un valioso aliado.
Con humildad e inteligencia y de la mano de los países más desarrollados y las democracias más consolidadas empezamos a sacar partido de nuestra nueva condición. Pero tanta calma y estabilidad perjudicaba a mediocres, holgazanes, chantajistas, vividores, ladrones, fundamentalistas, terroristas y todos aquellos que vivían con prisa. Mientras otros trabajaban ellos se dedicaban a intoxicar y conspirar y espontáneamente se inició una grave crisis.
Un aprendiz de Robespierre, ignorante e indolente, lleno de fantasmas y frustraciones y con cuentas pendientes consigo mismo, toma las riendas y sorprendentemente todo mejora. La furia se aplaca guillotinando estatuas, las guerras se convierten en misiones y los legionarios en cooperantes y predicadores. Los que caen no mueren, pasan a ser mártires.
Como Peter Pan viajamos al país de Nunca Jamás y el capitán Garfio se convierte en nuestro amigo y aliado. Buscamos horizontes nuevos y ansiamos encontrar El Dorado en el Caribe o en el imperio inca, con los sátrapas locales se vuelven a renegociar las condiciones de la encomienda o la mita y, con el oro, los sicarios de Alá o de Sabino Arana se podrán cobrar la deuda por los servicios prestados.
Un desatinado Papá Noel expide millones de pasaportes al Hotel Paraíso y colapsa el sistema, pero a río revuelto, ganancias para los empresarios y oportunistas adictos a la prisa.Todo va bien, el país o lo que queda de él, vuelve a su papel de evangelizador de otros pueblos y civilizaciones y se reinventa como potencia, los enemigos ahora son bandidos y se eliminan 13 o 300 pero siempre en misión de paz. Las democracias occidentales han de ser remodeladas, mejor el caos que el antiguo orden gritan los elegidos con el puño en alto mientras un brillo especial ilumina sus preclaros ojos. Bienaventurados somos.

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