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jueves, 9 de octubre de 2008

NUEVOS CLIMAS, VIEJOS AIRES

Desde las remotas épocas de la última glaciación y aún antes, los hominidos elevan la vista al cielo y recrean animales o figuras mirando a las nubes tratando, sin éxito, de controlar y predecir los fenómenos atmosféricos.
La meteorología continúa hoy en día aleatoria e imprevisible, los sabios aún no han descubierto la ecuación que contenga la ansiada respuesta, y, según quien sea el mecenas de la sesuda investigación, un mismo fenómeno puede tener diversas y contradictorias explicaciones.
En la España medieval si las cosechas eran malas bien por la sequía o el temporal los señores feudales o la Santa Inquisición aplacaban la ira de sus súbditos, los siervos de la gleba, quemando algunos judaizantes. Cuando no llovía los mayas trataban de complacer a sus dioses sacrificando unos cientos de desventurados convecinos. Tanto horror podía turbar incluso el templado ánimo de sus deidades y conmovidos rompían a llorar proporcionando la necesaria y ansiada lluvia.
En la isla de Pascua la divinidad era sensible al arte y regalaba el clima adecuado a cambio de que se les construyeran gigantescos moais con los que poder recrearse.
Lástima que esquilmado el medio en Pascua y, tras una gran sequía, asolada la agricultura en Centroamérica ambas civilizaciones se desmoronaron por falta de previsión e infraestructura. En España la pertinaz y endémica sequía sólo se solucionó en parte cuando se emprendió un incompleto plan de transvases y regadíos que aún hoy en día seguimos desarrollando.
Pocas cosas han cambiado desde entonces. El hombre del tiempo, el metereólogo, provisto de una paraferanalia más civilizada, es el moderno chamán, para sus predicciones no necesita huesos mágicos o entrañas de animales muertos, las barras isotérmicas o las fotografías del satélite Meteosat son lo suficientemente inspiradoras, con ellas trata de barruntar nuestro futuro y predecir soles que no aparecen, vientos que no soplan o temporales que se quedan en aguas de borrajas.
Sus inestimables compañeros son los Sumos Sacerdotes de la postmodernidad que reaccionan ante los imprevistos metereologicos demonizando a lejanas petroleras, madereras, quimiqueras, ingenieros, arquitectos o constructores. No tienen ningún género de dudas y lanzan sus irrefutables proclamas mientras se pasean en sus coches de gran cilindrada, calientan sus casas más de lo estrictamente necesario o quedan hechizados ante los objetos bellamente envueltos y los escaparates obscenamente iluminados.
Pero podemos seguir consumiendo tranquilos, el verdadero responsable de todo habita allende los mares. Como decía Jean Paul Sastre, el infierno siempre son los demás.

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