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martes, 17 de febrero de 2009

TROUBLE THE WATER

Hace unos meses una oronda cantante de gospel de rasgos africanos de paso por Gijón patrocinada por una fundación municipal me explicaba que era habitante de Nueva Orleans, una ciudad especial que marca el carácter y aún más tras la tragedia del 2005 de la que me hablaba con profunda y contenida tristeza y en la que había perdido familiares, amigos y a sus leales perros. Nueva Orleans es la ciudad pecadora e infernal por la que vagaba Igantius F. Really protagonista de la ácida y divertida novela La Conjura de los Necios, un desquiciado personaje en un medio en permanente estado de amenaza y descomposición. La ciudad es un lugar donde los más extraños especímenes cobran vida y se mimetizan con naturalidad en el vecindario, no es de extrañar que el curioso caso de Benjamin Button, aguda película actualmente en cartelera que nos hace reflexionar sobre los profundos cambios a los que nos somete la vida, esté ambientada en este peculiar enclave. Pero Nueva Orleans es, sobre todo Bourbon Street y el barrio francés, un lugar que huele a azufre, suena a quejumbrosa música de jazz y sabe a destilado. La vida allí es bohemia, carnal y pecaminosa convirtiéndose en refugio y puerto franco de desheredados y perdedores; pero la Sodoma contemporánea ha de pagar un alto tributo por su altanería, imprevisión y promiscuidad, viéndose asolada por un dantesco huracán. El documental Trouble the Water, recientemente proyectado en el festival de cine de Gijón, describe a al perfección, con imágenes grabadas por supervivientes de la tragedia, como las aguas se ceban con los barrios más humildes, habitados basicamente por gentes con ancestros africanos. El huracán Katerina, ignorado por unas autoridades calamitosas que no están nunca a la altura, golpea abruptamente a la comunidades más pobres, completamente desprotegidas y vulnerables, desencadenando un sinfín de reacciones cargadas de dramatismo y emotividad; desde el alcohólico que se resigna a morir, a la gente corriente que apela a su ingenio para sobrevivir o al traficante pendenciero capaz de, por una vez, hacer algo positivo por su vecinos y, armándose de valor, rescatar de una muerte segura a alguno de los miembros más débiles del barrio convirtiéndose en héroe por un día.
Nueva Orleans es una ciudad que tiene el encanto de lo peligroso y lo prohibido, que se resiste a morir y apela a su leyenda y personalidad para, pese a quien pese, resurgir como el Ave Fenix de sus propias cenizas.

1 comentario:

Luis Carlos Rico Medrano dijo...

Caballero super bien ese comentario en su blog, me ha permitido un poco terminar un ensayo y estoy motivado a leer su blog.

Muchos éxitos y las mejores