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viernes, 19 de marzo de 2021

METEORA

A unos 350 kilómetros al norte de Atenas se encuentran las curiosísimas formaciones calcáreas conocidas como montañas de Meteora que en griego significan algo así como “rocas caídas del cielo”.
Dada su lejanía no es posible hacer una excursión de un día desde la capital. Lo ideal es hacer un par de noches en la zona. El pueblo de Kalambaka, sumamente tranquilo y justo al borde de las colinas, ofrece variados servicios y buenas opciones de transporte y es la base ideal para visitar la zona.
A medio camino desde Atenas está Delfos, que es una parada muy recomendable ya que el antiguo santuario, sede del oráculo y del templo de Apolo, es a día de hoy un interesantísimo yacimiento arqueológico donde ascendiendo a través de una empinada ladera nos iremos encontrando con restos de los antiguos edificios de casi 3000 años de antigüedad.


Monjes eremitas empezaron a frecuentar los inaccesibles riscos de Meteora, de hasta 600 metros, a finales del siglo X. Sin embarco el auténtico florecimiento de los mismos se produjo cuando los monjes se refugiaron en ellos durante el siglo XV, huyendo de la invasión turca. Llegaron a fundarse 24 monasterios de los que 13 aún siguen en pié y 6 activos y visitables. San Nicolás, Roussanoau, Varlaam, Gran Meteoro, Santísima Trinidad y San Esteban. Cuatro de ellos son masculinos y dos femeninos.
Si bien en el pasado la forma de acceder a ellos era escalando o a través de rudimentarias escaleras de madera y montacargas ( para las mercancías ), con lo que los monjes conseguían un total aislamiento, hoy en día carreteras y puentes facilitan el acceso y las escaleras de madera se han sustituido por escalones tallados en la piedra por lo que, pese a que su ubicación sigue desafiando la gravedad, la llegada a los mismos se ha vuelto relativamente cómoda. Con la llegada del turismo los monasterios ya no son el remanso de paz y aislamiento que fueron antaño pero conservan su forma y decorado original y multitud de obras de arte ortodoxas.
El paisaje vertiginoso, indómito y su conexión con lo sagrado transmiten una gran emoción y la zona es ideal para hacer caminatas entre los riscos. Un lugar lleno de originalidad y atractivo que, pese a mis altas expectativas cuando emprendí el viaje, no me defraudó en absoluto.

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